En la ubicación de unas antiguas construcciones para aperos de labranza, y en una pequeña elevación de un terreno que se asoma sobre campos de centeno, se dispone esta vivienda rural para una joven familia.
La vivienda está dentro de un conjunto de edificaciones que incluyen la casa principal de la finca, establos, naves agrícolas y una pequeña bodega entre otros, y se ha diseñado con la misma sensibilidad material, pero con una gran eficiencia energética. Tejas árabes recuperadas, carpinterías de puertas y ventanas de madera de pino, solados de barro, de piedra de Campaspero y de mortex, acabado con un sistema de sate al exterior y patinas minerales al interior.
Con un sistema de construcción de muros de carga de bloques de termo-arcilla y cubierta de madera laminada y con una envolvente aislante importante, la casa reduce mucho su consumo energético en las condiciones extremas de la zona, con temperaturas bajo cero en invierno y mucho calor en verano. Se ha instalado un sistema de suelo radiante con refrigeración con aerotermia, y todas las estancias cuentan con ventilaciones cruzadas.
La vivienda se distribuye en L asomándose a las vistas a sur y a poniente, con diferentes pabellones conectados que permiten utilizar en mayor o menor medida la superficie total. El pabellón principal, al que se accede desde el norte, comprende las zonas comunes, con salones en dos alturas, la zona de comedor y cocina y una primera planta suspendida y abierta a los espacios donde se habilita una zona de juego y de trabajo, con vistas a las maravillosas puestas de sol sobre la Sierra del Teleno. Aprovechando el fuerte desnivel se han habilitado una sala de proyecciones debajo del salón y todos los cuartos técnicos para los sistemas de aerotermia e inversores y baterías de los paneles solares.
Los otros tres pabellones comprenden los módulos de habitaciones, con el primero siendo el principal y los otros con dos habitaciones cada uno, uno para los niños con mobiliarios a dobles alturas y el otro para invitados. Todos se abren a sur, donde unos soportales a diferentes alturas crean unas sombreadas terrazas que se asoman a los campos.
Cada módulo una isla. Una casa como un archipiélago, ese conjunto de islas separadas por lo que las mantiene unidas, como escribió Walter Benjamin.
A norte, se han dejado todas las comunicaciones, en una suerte de galería que ejerce de colchón climático y que permite organizar tanto la lavandería, como las zonas de vestidores y accesos, e incluso una zona de biblioteca-juego para los niños. Cada pabellón cuenta con accesos independientes para poder segmentar el uso y consumo de la misma.
Los pabellones crean un jardín protegido de los vientos, con una piscina que se vuelve reflejo de los inmensos cielos de Castilla.
Una vivienda como una pequeña aldea. Una casa para habitar despacio.