Una noche en la ópera
Una noche en la Ópera
18_05_2011
Llegan las óperas de verano a los campos anglosajones. Llegan los porteadores que empujan sus carros llenos de viandas y champagne para la cena que se servirá en el descanso en las jaimas improvisadas junto al estilo bato griego. Los hombres de esmoquin, “black tie”,las mujeres con sus pamelas. Una elegante romería hacia una gran mansión neoclásica.
Aquel día se representó Tosca, en la antiguao rangerie, con un montaje de Pimlico Opera.“I have lived for love, I have lived for art”, rezaba el famoso aria “vissi d ́arte”.La misma opera que bramaba en la casa de Patti Smith cuando recibía la llamada que la informaba de la desaparición de su amado Robert Mapplethorpe, como cuenta ella misma en sus memorias. Ayer fue la primavera y el Real. Y el descubrimiento del fantástico trabajo de la escenógrafa Malgorzata Szczesniak, que ambienta la ópera Król Roger (El Rey Roger)del compositor polaco Karol Szymanowski, basado en Las Bacantes de Eurípides, y con la que ha abierto su etapa en Madrid Gerard Portier. Los tronos se han convertido en dos sillones de peluquería años 50, trampolines desdelos que los personajes lucharán entre la razón y la pasión. Detrás las figuras cantan, aman, bailan, nadan y mueren, en el vaso de una piscina abandonada en un motel de carretera o en un hotel de playa. Un luminoso cuyas fluorescencias se desvanecieron en el tiempo. Un sol apagado. Aquel lugar donde un día se hicieron todas las promesas y que abandonado quedó a su suerte tras unas mallas metálicas. La escena tras la escena, y un operador cámara en mano que nos devuelve la imagen delos rostros de los miembros del coro exigiendo el castigo al inmoral pastor que nos invita a lo dionisíaco, al amor sin paliativos ni fronteras. La realidad que sucede tras la escena amplificada. Y así lo importante, lo que sucede fuera de cuadro. El espectáculo está servido. La promesa del entretenimiento perpetuo, de la libertad sin concesiones. El pastor emerge del fondo de la escena con un rebaño de pequeños mickeys que asoman tras el enorme tinglado decorado, para ver al rey recuperar a su amada, o a su recuerdo, para convertirlo a él también en siervo de placeres por conocer. “A tus reales pies he lanzado las cadenas, y libre ahora me voy. ¡Si quieres ser mi juez te convoco, oh rey a mi orilla soleada! Como la vida misma
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